Pocos realities tienen en su mecánica un condicionante que no convierte en definitiva una expulsión hasta no pasar por un doble televoto, sin embargo, en Supervivientes es una característica que nos ha acompañado en casi todas las ediciones y forma parte de su esencia. A lo largo de los años ha ido variando el modo en el que al expulsado se le presenta esa segunda oportunidad, como han podido ser “La Última Playa”, “El Palafito”, “La Casa del Árbol”, “El Barco Varado” o, como este año han planteado, “Playa Destierro”, entre otras opciones, pero que en definitiva es lo mismo. Y Lola ha sido la concursante que más se ha beneficiado de esta condición, ya que realmente fue la primera expulsada de la edición y ahora se encuentra con un pie en la final al contar, semana tras semana, con el apoyo de la audiencia para continuar en el programa.
A Lola la conocimos en la última edición de “La isla de las tentaciones”, aunque para algunos ya era un rostro conocido por su participación en “Mujeres y Hombres y Viceversa”, pero realmente fue el reality de las hogueras el que nos hizo descubrirla a la mayor parte del público. Apenas pasó tiempo desde que finalizó el reality y empezó “Supervivientes”, pues ha encadenado los concursos en su pleno auge de popularidad, con las críticas y las alabanzas en el candelero, y sin apenas tiempo para poder asimilar lo que había estado sucediendo tras su emisión. Realmente, creo que fue una valiente al dar el paso de ir a “Supervivientes” en plena vorágine, ya que Lola fue una de las concursantes que más exposición mediática tuvo gracias al protagonismo que alcanzó y a lo dicotómica que fue su actitud, pasando con gran facilidad de un extremo al otro en cuestión de segundos. Quizás no en todo pude apoyarla durante su participación en el anterior reality, pero lo que sí tenía claro es que de fichar a alguno de sus participantes para otro concurso ella era carne de reality porque lo dio todo en su edición, olvidando las consecuencias negativas que mediáticamente aquello podría suponerle.