En los últimos días de convivencia Suso está ganando un protagonismo
en el programa un tanto “susio”.
Empieza a costarme diferenciar entre su
realidad y su ficción, porque lo mismo lo ves hablando de sentimientos, que
parecen reales, que lo ves explicando a Raquel,
cual sabelotodo de Gran Hermano sin
realmente saber nada, que GH es un teatro
y él está interpretando, a pesar de
esos momentos en los que despotrica de las mujeres como si se hubiese olvidado
de las cámaras. Me desconcierta.
Hay quien comienza a defender a Suso no porque apoyen su juego sino, simplemente, porque dicen que
lo da. Yo el juego de Suso no lo
compro porque es un juego artificial.
Mucho me recuerda al paripé que
montaron Julio y Flor en GH 12 o el
de Danny en GH 14, con sus
respectivas expulsiones disciplinarias. Quizás Suso no ha llegado a ese punto de descaro, y por ello el programa no
ha decidido tomar medidas, pero sí es cierto que continuamente está pensando en
la imagen que está dando fuera; en
qué debe hacer en cada momento; en cómo comportarse, principalmente con Sofía; en dar juego, en generar
repercusión y luego tener un buen impacto para lucrarse haciendo bolos y platós.
Sí, está claro que mucha gente entra en el programa buscando
fama y dinero, no todos, pero no hay
que ser hipócrita porque luchan por un maletín de 300.000 euros, pero el juego
de Suso no es un juego sincero, ni consigo mismo.
La defensa de decir que Suso
está compartiendo su estrategia con
la audiencia tampoco la compro. No creo
que el público deba blindar a todo concursante que vaya al confesionario a
contar sus intenciones, y menos si éstas son malas. Por esa regla de tres
deberíamos tirarnos a la yugular de los concursantes que traten de hacer la convivencia imposible, de los
participantes que mientan y de los
que traten de destruir la
esencia de Gran Hermano pero si estos mismos concursantes van al
confesionario a decir que quieren hacer la convivencia imposible, van a mentir
a sus compañeros y, al fin y al cabo, pretender destruir la esencia de Gran Hermano
ya todo es lícito… pues no.
Compro las estrategias cuando tienen un fin claro, como lo es el ganar el concurso; cuando se juega con
las nominaciones; cuando ciertas
situaciones, compartidas previamente con la audiencia, sirven para detonar una
bomba de la que nadie era capaz de encender la mecha para que salgan las verdaderas caras; cuando se juega de
frente, con sinceridad. Pero Suso no hace nada de esto porque él
juega a evitar las nominaciones; a
echar a sus compañeros a discutir como
gallos de pelea mientras él observa cómo se dañan, incitándolos a herirse
más; Suso juega a hacer trampas y aprovecharse del trabajo de
sus compañeros, robando comida en una semana que ésta escasea; juega a mentir y a
distorsionar la realidad, incluso en el confesionario. Por todo esto, el juego
que da Suso yo no lo compro porque su presencia simplemente hace ruido pero
no es Gran Hermano. Suso no enciende
bombas, enciende petardos, que son escandalosos y distraen la atención de
la realidad, una realidad que no conseguimos ver por el humo y el ruido que está distribuyendo por toda la casa.
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