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12 sept 2020

Hay que humanizar al concursante

Hace poco escribía un artículo donde mencionaba el caso de Jorge Berrocal y “su pierna encima”. Y es que es cierto que cuando una persona pasa por un reality se convierte socialmente en la imagen que se proyecta de ese concursante. Hay una tendencia a recordar constantemente el episodio que más viralidad ha tenido durante el reality para hacerlo ser ese episodio, cuando francamente pienso que los concursantes tienen que estar muy cansados... Tanto Jorge de llevar la pierna encima, Fresita de ser relacionada con una vaca o Nicky con los papeles de la paella, y así podríamos mencionar un largo etcétera de casos.

Hace poco hablaba con una concursante de Gran Hermano que entró en la casa hace más de 10 años y me confesaba que ve vídeos de esos momentos y es rarísimo para ella ver las imágenes porque no recuerda esas escenas ni se identifica con ellas. Y es que, como es normal, no somos la misma persona permanentemente y pretender serlo sería un error. Esto siempre hay que resaltarlo cuando alguien se jacta de sus errores con la frase: “Es que yo soy así”. Pues si eres así, cambia y trata de mejorar. Aunque no sea fácil, pero tampoco te agarres a esa excusa barata para ser un maleducado, básicamente.

La cuestión es que todos los que somos seguidores de reality nos llevamos una impresión y generamos una imagen de cada uno de los participantes. Posteriormente, evidentemente recordamos más a unos que a otros. Pero les hacemos una radiografía que, cuando sale a relucir su paso por el concurso, ya los tenemos definidos. Pedimos su participación en otro reality, o dudamos de su buen concurso, en función de lo que han hecho en el pasado. Y cierto es que se crea un precedente pero en muchas ocasiones me ha ocurrido que a una misma persona la he apoyado en un reality y en otro no me ha gustado nada. Creo que el caso más significativo podría ser el de Nagore Robles, que tiene el récord de ser la concursante de Gran Hermano con el porcentaje de expulsión más alto (95% de los votos) para años después convertirse en la ganadora de Acorralados y, actualmente, en uno de los rostros más queridos de Telecinco. Asimismo, el caso inverso se vivió con Sofía Suescun, que tras ganar los dos realities más importantes de nuestro país (Gran Hermano y Supervivientes), fue expulsada dos veces en GH Dúo. Aunque, actualmente, sigue gozando con el apoyo de un público fiel que la tiene en gran estima y eso no le resta el que continúe siendo una estrella en el mundo de los realities con un triunfo que aún nadie ha logrado igualar. Y a mí sabéis que me gusta mucho.

¿Y esto por qué ocurre? Porque las personas y las circunstancias cambian. El contexto en el que viven es diferente, los roles que adquieren los personajes es otro y en esa evolución se integra también un aprendizaje de los errores o en una desnaturalización de la conducta, dependiendo de cada caso. Asimismo, los acontecimientos que suceden en el concurso y la manera en la que el concursante la gestiona cambia, por lo que la impresión del espectador de esa persona también lo hace. Y no olvidemos un factor fundamental: LA TELEVISIÓN.

Quizás, el reality que más nos acerca a la verdad de los participantes es Gran Hermano, gracias a la emisión del canal 24 horas, pero aún con él no lo vemos todo y en numerosas ocasiones es censurado, por lo que el enfoque de los vídeos en cuanto al entramado de los sucesos también va a construir tu rol en el concurso. Efectivamente, se va a emitir lo que esa persona haya hecho. Lo que no hace no puede salir jamás. Por eso los vídeos tampoco pueden ser negados y en tu mano está leer el concurso y actuar en consecuencia, pero sí que el cómo se edita lo que tú has hecho y, por tanto, se interpreta ,se escapa de tu control y no podrás justificarlo hasta que salgas de la casa y te ofrezcan un espacio para poder explicarte al que lo quiera escuchar. Pero tu imagen ahí queda.

Francamente, no creo que podamos decir que conocemos a una persona por haberla visto participar en un reality show. Y mucho menos, tras el paso de los años. Me parece muy injusto cuando oigo noticias de concursantes de reality que han tenido que viajar al extranjero para lograr encontrar un trabajo, que no les han aceptado el currículum por ser de Gran Hermano y, en general, toda la lacra que arrastra pasar por este tipo de concursos desde su primera edición. Algún día me extenderé un poco más en estos porqués porque no me quiero desviar del tema. Pero existe en la vida de estas personas un poso que, en mayor o en menor medida, les va a acompañar siempre.

Yo mismo, que he estado muy involucrado en el universo GH, me he llevado grandes sorpresas con concursantes de los que yo tenía una imagen creada al verlos por televisión y luego no son lo que proyectaban. En otros casos, sí he conocido lo que vi, por supuesto. Otros me han sorprendido gratamente y otros pues simplemente no me han caído como esperaba. Que esto no es malo. Esto es la vida. Obviamente, por el programa han pasado más de 300 personas y no con todas conectas. Pero el problema está en etiquetarles y pensar que son lo que hicieron en una casa rodeada de cámaras durante tres meses (en el mejor de los casos, ya que algunos han pasado allí dentro apenas unos días) que, en comparación con años de vida, pues no dice en absoluto quiénes son. Dice qué tipo de concursantes son, o fueron, pero no qué tipo de personas. Y es por eso por lo que siempre intento tratar con tanto tacto y respeto a los concursante, porque detrás de cada concursante hay una persona, con una historia que contar y vida que desconozco. Y aunque muchos no hacen esa distinción estando dentro del concurso porque dicen no actuar de manera distinta, lo cierto es que lo que ocurre allí dentro pertenece a un momento muy concreto y parcelado de sus vidas, por lo que aunque sí intuamos ciertos valores que pueda tener esa persona según sus actos no deberíamos sentar cátedra con lo que allí viésemos un día en el pasado para juzgar su presente.

Pero voy más allá, pues esto que sucede en Gran Hermano a gran escala también nos sucede en nuestro día a día. Y hay personas que han podido estar en tu círculo cercano durante una etapa de tu vida y, cuando reaparece, cree conocerte. Pero en realidad no te conoce absolutamente de nada, porque tú has cambiado. Y cuando te ve con los años te llega a reprochar que ya no eres como eras… pues afortunadamente, ¿no? Es más, tú puedes permitirte ser distinto en distintos contextos en el mismo momento de tu vida. Yo al menos no me comporto de la misma manera en una cena familiar, en una quedada con amigos o en una reunión de trabajo. Todos me conocen, pero no de la misma manera. Y probablemente, ninguno de esos “yos” sería quien entrase en una casa vigilada públicamente las 24 horas del día y, menos, conociendo como conozco el programa. Por lo que para mí la típica frase de: “Quiero entrar a Gran Hermano a ser yo mismo para que la gente me conozca” cada vez me convence menos. Y ojo, esto no quiere decir que fingiese. Quiere decir que el “yo” que entrase en un reality no lo conozco (ni tampoco lo quiero conocer). Y es por eso por lo que muchos concursantes se sorprenden a sí mismos al experimentar reacciones en el concurso que nunca antes han vivido fuera.

Esto ya sería mucho más extenso de analizar y sería una fantasía realizar un estudio en profundidad del proceso de casting y de qué buscan exactamente cuando se selecciona a los participantes, pero lo que pretendo transmitir con el texto de hoy es que es injusto reducir las posibilidades de una persona a un acontecimiento puntual de su vida. Y a muchos participantes de reality me consta que les ha ocurrido y les sigue ocurriendo. Sin ir más lejos, en pequeña escala, pero a mí me ha ocurrido y ha habido gente que me ha hablado creyendo conocerme y dando por hecho gustos personales que quedan muy lejos de la realidad. Que porque yo aquí hable de realities, no quiere decir que mi vida gire entorno a ellos, por ejemplo.

A mí me apetece mucho humanizar al concursante. Creo que va siendo hora de planteárselo en un posible regreso del formato, porque la tendencia ha sido “enfrikizarlo” cada vez más. Hacerlo un ser esperpéntico. Buscar a personas que rompan la norma en algún aspecto para ensalzar aquello por lo que ha podido llamar la atención y exagerar su rol en el concurso para convertirlo en aquello que le hizo destacar pero que, al final, por ese foco le hace ser menos de lo que podría ser. Y en general, no hace falta tampoco disfrazarlos de chorizo o meterles un aparato en la boca para evitarles vocalizar mientras vemos cómo se les cae la baba para echarnos unas risas, porque a mí hace tiempo que dejó de hacerme gracia el buscar la risa a través de la burla, hay que buscarla a través de su propia diversión. Insisto, hay que humanizar al concursante. Desde dentro. A los que fueron y a los que estén por venir. Porque es una pena que haya países donde entrar en Gran Hermano te abra puertas y aquí te hagan sentir de segunda o tercera categoría por haber pasado por el concurso, les haga perder credibilidad o se les mire como si fuesen menos profesionales en su trabajo que cualquier otra persona.

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