Sorprendentemente los porcentajes que ayer se mostraron en El Debate nos hacen estar ante una
expulsión muy reñida en la que podría pasar cualquier cosa, cuando yo esperaba
que la decisión del público fuese contundente en contra de Julius. Hoy vengo a posicionarme, claramente, a favor de Lucía. El duelo está servido y debe ser
ella quien despida a Julius en la
sala de expulsiones. Y aunque Belén
no esté nominada, también merece recibir este triunfo.
Lucía y Belén son
dos concursantes que, a priori, parecía que complementarían la convivencia y,
poco a poco, han conseguido posicionarse como claras protagonistas de esta edición. Mucho tendremos que agradecerles su
presencia, ya que las personas que nos vendieron como los pesos pesados de este casting están dejando mucho que desear
porque poco están aportando al concurso, véase el caso de Rosa Benito, Raquel Bollo o Sema, entre otros.
Lucía es una
concursante que puede darnos grandes momentos, para mí ha sido un gran
descubrimiento. Creo que pocas veces encontramos joyas como ellas y, si se
queda, auguro que nos hará disfrutar porque es una mujer de raza, fiel a sus principios y sin miedos de remar
contracorriente. Belén también
me está sorprendiendo gratamente, y la unión de ambas me encanta. Si continúan en
esta línea de comportamiento, sería fantástico ver cómo, semana tras semana,
van venciendo a sus rivales en la sala de expulsiones. Tengo la esperanza
puesta en ellas para que saquen adelante una
edición bastante apagada y en la que muchos concursantes están
decepcionando por las expectativas generadas con su presencia.
Julius utilizó su
profesión para adueñarse de la cocina,
por un lado es lógico que lo hiciese porque quién mejor que un cocinero
profesional para administrar los alimentos, pero eso no le daba el derecho para
erigirse como el capataz de la casa,
tomar las decisiones sin someterlas a un consenso y no valorar la opinión de un
grupo por encima de sus ideas.
Lucía y Belén han
tenido el valor de no someterse ante el mandato de Julius y hacerle frente, sin seguir la cómoda situación de
agazaparse en un sofá a ver pasar los días para evitar conflictos, nominaciones
y aguantar semanas en el concurso para llevárselo calentito sin implicarse lo
más mínimo, ni en el juego ni en la convivencia, como están haciendo muchos.
Julius también ha
sido muy sibilino al escuchar una conversación que no le corresponde para ir
con el cuento sobre lo que ahí se decía a Julián
y a Rosa. En esa convivencia donde
el único entretenimiento es hablar, lo normal es que se comente de todo, sobre
todo con tus más afines, pero lo que no es lógico es que escuches “accidentalmente”
parte de una conversación y la utilices para hacer sangre a los que en teoría
te abanderas de llamar amigos. Lo
cual también es muy curioso porque señalan y critican la unión que pueda
existir en el otro grupo pero su amistad sí tenemos que creerla como real… Se
está jugando muy sucio y en ese juego se intenta manipular al espectador, por lo que el instigador debe ser
expulsado para que no haya un gobernante que restringa la libertad de actuación
en la casa y podamos ver movimientos que no se producen por su presencia.
Tenemos que empezar a apreciar la diferencia entre ser sincero y ser un maleducado. Lucía es sincera y Laura una maleducada. No se pueden confundir los conceptos, decirlo
todo a la cara no es bueno y mucho menos insultar a quien se arme con el valor
de no bailar al son que tú tocas, diciéndote cuatro verdades a la cara, tanto
que se presume y exige sinceridad… parece que cuando se tiene no se encuentra
salida, al no querer afrontar las verdades. Si a Laura le sentó mal que Lucía
pudiese cuestionar su vida privada o su relación con su padre, pues debería
haber previsto que no debía tocar ciertos temas dentro de la casa, ya no porque
una compañera pudiese sentirse con el derecho de hablar de ellos sino porque
ese derecho se lo ha otorgado a todos los espectadores. Si te arriesgas a jugar
con tus dramas personales para
producir reacciones favorables en el espectador, también te arriesgas a recibir
respuestas, a ser cuestionada y criticada por todo el que está siguiendo el
concurso, por haber metido su vida externa al concurso dentro de la casa,
aspecto que a muchos no nos interesa que suceda porque frena las tramas de la
propia convivencia pero que, inevitablemente, entran a formar parte de la misma
y se hablará de ello.
Y no me quiero despedir hoy sin mencionar la tremenda
decepción que he sentido con Julián Contreras. Lo he defendido mucho como
concursante porque podía aportar una visión distinta del concurso y una
educación de la que algunos carecen, pero después de ver sus últimos comportamientos
lo sitúo en el punto de mira. Para mí, su comportamiento con Belén fue muy traicionero y manipulador, tratando de dirigir sus actos a su
antojo y no valorando la amistad que han tenido durante tres años. Cuando Julius le fue con el cotilleo de lo que
había escuchado, él respondía que los tres que estaban hablando no encendían
juntos ni un led. Si Julián Contreras
fuese fiel a sus amistades y confiase en ellas, hubiese parado los pies a Julius y hubiese ido a tener una
conversación con Belén para aclarar
la situación, con quien lleva años compartiendo una amistad y en la que debería
confiar más que en un hombre al que conoce de apenas tres semanas. Por otro
lado, pienso que Julián muchas veces
actúa con prepotencia y desprecia
intelectualmente a sus compañeros, basándose en su cultura e inteligencia.
Muchas veces no hace falta utilizar insultos para faltar el respeto, y Julián está patinando, teniendo
actitudes muy maleducadas.
La salida de Julius
es necesaria para ver movimientos, desenmascarar a muchos concursantes, obligarles
a tener una convivencia común y enviar un mensaje de apoyo a Lucía y Belén, las grandes revelaciones
de esta edición que deben continuar juntas, haciendo frente común ante las injusticias
que se están dando en esa casa y activando una convivencia bastante apagada.
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