9 sept 2020

El espejismo del éxito de los talent shows

Hoy me apetece hablar sobre los talent shows. Mi preferido es “Operación Triunfo”, probablemente por el componente de reality que tiene y la consecuente exposición mediática en la emisión de un canal de casi 24 horas al día (ya que de noche entran a la habitación donde nunca han tenido cámaras). OT es un talent que está en el aire su posible regreso y quizás lo haga a través de una nueva plataforma más cercana al mundo de las redes sociales, lo cual aprovecho para apoyar, pero cierto es que la cantera de artistas que ha disparado OT es cada vez más amplia y no hay sitio para todos en lo más alto. En esto quiero centrarme hoy.

Cuando alguien se presenta a un talent show tendríamos que saber qué busca exactamente con su entrada en el concurso. Ya sabéis que a mí me encanta saber más allá, lo que no se ve. Cuando hacía entrevistas trataba de profundizar en estos aspectos, pero claro, no he podido hablar con estas personas justo en el momento en el que están pasando por el proceso de casting, y con perspectiva todo se ve de otra forma.

Yo pienso que el objetivo de “cumplir un sueño” es algo que la gran mayoría menciona, supongo que unos llevarán más pretensiones que otros y que cada uno tendrá en su ser cuál es su concepto de éxito. Suena mucho aquello de: “Quiero vivir de la música…” ¿pero de qué manera? ¿Te vale con que te dé para llenar la nevera o buscas un reconocimiento social? Me parece hipócrita no pensar que a cualquiera de los aspirantes que se presentan buscando ese “sueño”, si lo materializasen, no se pareciese mucho a poder convertirse en el nuevo David Bisbal o la nueva Aitana Ocaña. Ellos son cuna de OT y mira dónde han llegado… por qué ellos no podrían conseguirlo también, se preguntarán. Al menos supongo que esa ilusión tendrán.

En los castings suelo observar que se presenta gente que ya vive de la música o que al menos tiene tablas en este mundo. Por supuesto, también entra gente inexperta, pero cada vez con más frecuencia vemos ingresar en La Academia a personas con un recorrido en otros talent, con formación musical e, incluso, con discos en el mercado. Por supuesto, no falta gente que ha trabajado en musicales, que canta en garitos y que, al fin y al cabo, ya llenan la nevera a fin de mes con la música. Supongo que dependiendo del punto en el que se encuentre cada uno tendrá unas pretensiones, incluso algunos de ellos sentirán la necesidad de sentirse valorados y reconocidos por el trabajo que hacen. Creen en su talento y en su empeño, pero probablemente los resultados que alcancen con ello no cubre sus expectativas.

Y es ahí cuando OT entra en sus vidas, siendo LA OPORTUNIDAD. Se sitúan en un escaparate que poquísima gente tiene la oportunidad de tener. Te van a ver cantar todas las semanas en televisión, pero esto es un arma de doble filo porque la televisión es efímera. Hoy estás y eres alguien, reconocido. Estás de moda y todo el mundo habla de ti porque eres el entretenimiento del momento. Y, aunque no te guste, quizás lo que más se comenta de ti no es lo bien o lo mal que cantas porque estás entrando a un reality donde tu convivencia se expone y se cuestiona. Y si me caes mal, probablemente quiera expulsarte aunque subas al escenario y seas una fiera porque este concurso funciona así.

Ah, y por supuesto, mañana no estás. Y es cuando me debo preocupar por saber qué es de ti, me debo preocupar por pagar para escuchar tus canciones o me debo mover para acudir a tus conciertos. Sí que en ese momento tu vida ya pasa a un segundo plano y no forma parte del entretenimiento, aunque hoy en día hay quien en Instagram muestra más su vida que otra cosa, pero eso ya es otra cuestión. Y mantener ese tirón ya no es tan sencillo. Y si no, a ver de cuántos de estos chicos que os dejo a continuación me podríais cantar una canción suya. ¿Sabéis qué ha sido de sus vidas y de sus carreras? Puede que de algunos ni siquiera recordéis sus nombres. Y pasaron por el mismo sitio que los que han salido hace unos meses. Ellos ya salieron hace 11 años. Y os aseguro que entre esos chicos también había talento.

Es cierto que las circunstancias influencian en tu nivel de exposición. Puede llegar más o menos público a ti. No es lo mismo haber concursado en la primera edición de OT que en la tercera o en la séptima. Pero en todas supongo que debe llegar el choque post-reality dependiendo de las expectativas que te hubieses generado.

Resulta que al salir del concurso te has convertido automáticamente en lo que habías soñado. Eres una estrella. Entraste con 20 seguidores en Instagram y sales con 200.000. El impacto de la repercusión hoy en día ya es notable con solo encender un teléfono móvil. Entras en los portales de noticias más populares y probablemente tu nombre acapare algunos titulares, por supuesto, siempre vinculado con el apellido que ya te acompañará de por vida. Que, por cierto, no será el tuyo. Será el de OT. Es decir: “Fulanito de OT”. Pero bueno, al principio no reniegas del programa que te ha hecho popular, luego tal vez... Sales a la calle y te piden fotos. Sacas un primer single y se dispara el número de reproducciones llegando a los puestos más altos de las listas de ventas con mucha facilidad, aunque no todas las críticas sean positivas pero es normal no gustarle a todo el mundo. Comienzas gira de prensa, gira de firmas y gira de conciertos. La gente va a verte. Hay artistas que querrán colaborar contigo y conocerás a gente que jamás hubieses pensado que tendrías a dos metros de distancia (hoy en día ya no menos por seguridad). Y todo eso es porque ya eres una estrella. ¿O no?

El problema es que todo eso es un espejismo. Y es que lo más probable es que los seguidores en redes sociales empiecen a crecer a menos velocidad o incluso a bajar conforme vayan pasando los meses. El segundo single alcance la mitad de reproducciones que el primero. No tantos medios de comunicación quieran hacerse eco de tu trabajo, ya a no tantos artistas o discográficas les compense apostar por ti, porque el que era tu público que iba a verte a tus conciertos empieza a mirar a otro lado porque ahora hay otra generación de OT que llega pisando fuerte y son los que se han puesto de moda.

Esta realidad no hay que dejar de contarla. Los concursantes de talent shows viven una carrera a la inversa, porque normalmente un artista empieza poco a poco. Durante años cada éxito les supone de un esfuerzo tremendo. Cantar en un bar delante de 10 personas que te atiendan mínimamente sí que será toda una operación triunfo para ellos. Pero poco a poco van creciendo, el boca a boca hace sus funciones, las redes sociales te ayudan a ser visible y te asientas con un público que te respalda cierta fidelidad. Claro, no siempre ocurre. Porque también hay artistas que tiene un hit y luego se olvidan. Pero estoy hablando de términos generales de cómo podría ser el recorrido natural para llegar a eso que catalogamos como éxito, porque otro debate sería analizar si eso lo es.

Es un mundo muy inestable y todo fluctúa mucho. Pero al menos sí hay una ruta orgánica que gesta el trascurso natural del tiempo para ir aprendiendo y asumiendo tus resultados, al mismo tiempo que vas creciendo personalmente y profesionalmente. Lo que es antiorgánico  es poner en el disparadero a una persona inexperta que sale sintiéndose la estrella del momento y que con solo respirar ya se le aplaude o critica, para que cada paso adelante que dé les suponga el inicio de una caída en picado. No dudo que algunos se pregunten el qué pueden estar haciendo mal e, incluso, caigan en la tendencia de compararse con compañeros de su propia edición o anteriores. Hay quienes logran estabilizar esa caída con mucho trabajo e, incluso, volver a crecer. Los exconcursantes de OT han dado mucho a la banda sonora de nuestras vidas. Con esto no quiero que se entienda que estoy lapidando el formato sino tratando de mostrar que el después es otro mundo, que requiere de mucho trabajo e incluso de fortaleza psicológica. Llegar a estar en lo más alto sin apenas esfuerzo y, sin embargo, no obtener los mismos resultados cuando empiezas a dejarte los hígados debe ser frustrante. No es lo mismo estar en una carrera de fondo de superación constante, donde puedes ponerte el listón cada día más alto que tener que ir bajándolo porque será casi imposible alcanzar las cifras de tus orígenes.

OT no cumplen tu sueño, aunque quizás la palabra sueño sí viene muy bien para definir lo de efímero y el impacto que produce el despertarte y aterrizar en la realidad. Ellos son un caramelo que te ponen en un escaparate que te puede ayudar a que la gente te mire pero no a que te compren y que tú eres responsable de gestionar una vez que te lo has comido. No son los responsables de velar por tu carrera musical una vez salgas del programa. Son una puerta más de las muchas a las que tendrás que llamar. Una opción más. Una oportunidad. Pero no son garantía de éxito o triunfo porque, como decía antes, también depende de lo que tú entiendas por estos conceptos… ¡Cruza la pasarela!

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