Como se suele decir, el tiempo pone a cada uno en su sitio y parece que ha llegado el
momento de destapar una realidad que muchos intuíamos, que más tarde se confesó
y que ahora ha llegado a la implicada, Adara,
estallando todo por los aires. La cuestión está en que la azafata ha tenido que
vivir un mes en Gran Hermano siendo
señalada por sus compañeros, y por su propia pareja, como una posesiva que estaba enferma de celos por una amistad muy
pura, la de Pol con Miguel, sin
embargo ahora resulta que los sentimientos no eran tan puros ni amistosos. Adara no está loca y Miguel no es la victima
que nos trata de vender.
El teatro de Miguel
es demasiado evidente. Desde que entró en la casa ha jugado al misterio para
tratar de captar la atención del espectador, y poco a poco ir quitándose capas como las
cebollas y presentarnos un renacer
en el concurso que es igual de falso que el llanto que te produce esa cebolla
cuando se va desnudando. Lloras,
pero no de pena ni emoción, sino del picor que te produce en los ojos. Ese es Miguel, un concursante dañino que todo
él es artificio y que pretende inducir al espectador a sentir una compasión por sus vivencias en el
concurso que nada tienen de realidad.
Lleva jugando a esto desde que empezó el reality y el
primero que captó su juego fue Pablo.
Aún recuerdo cómo a los cuatro días, en una tensa discusión, el gofrero le
decía: “No voy a permitir que juegues con
Bárbara ni con nadie. Ni con Pol. Tu aliento huele a plástico artificial”.
Hizo una lectura veloz y acertada del concurso.
Pablo captó enseguida el juego de Miguel, la patraña que nos intentaba
vender y cómo ya en la primera semana utilizaba a sus compañeros como títeres
de la telenovela que quería vender al espectador, siendo piezas fundamentales de
la historia Bárbara, que quiso
ponerla de mala, y Pol, al que ha
usado para llorar por un amor no correspondido. Se rieron de Pablo, de su forma de ser y de sus
ataques de ansiedad para después pasar por situaciones similares, pero es quien
mejor supo analizar el reality y descubrir las cartas que ocultaba Miguel, quizás por eso derrochó tanta
inquina en su contra e hizo todo lo posible para verlo fuera de la casa. Esa
batalla la ganó, pero la guerra es larga… y quién sabe si habrá posibilidad de revancha. Yo desde aquí sigo pidiendo
una repesca para él.
Adara nunca le
negó a Pol la posibilidad de hablar
con Miguel y tener una amistad, el
problema está en que vivía como todo eso no lo era, al menos por parte de Miguel. Buscaba provocar situaciones
que la hicieran estallar, miraba por los espejos dónde estaba Adara para asegurarse de que viese lo que estaba ocurriendo, que viese cómo se acariciaban, se abrazaban y, en definitiva, cómo
tonteaban. Pol también jugaba, pues
no creo que sea tan inocente como nos intenta hacer ver, de hecho, ha dejado vendida a Adara en múltiples ocasiones y en un principio no tenía intención
de contarle la declaración de Miguel
porque era como darle la razón.
Finamente ha tenido que hacerlo, pero tampoco ha mediado entre ellos para
demostrar quién es verdaderamente su apoyo. La única que ha sacado la cara por
Adara ha sido Bárbara, cargada de
sensatez, empatía y sin dobleces. Demostró ser una gran amiga y compañera. Y supo
hablar y callar cuando tuvo que hacerlo.
Es curioso que se tache a Adara como enferma de celos
en una casa donde los celos son el pan de cada día entre las chicas. Adara los siente de su pareja hacia un chico que tiene
sentimientos por él, o eso cuenta y hace ver, sin embargo, Bea, Clara o Meri los sienten hacia un chico que les gusta pero con
los que no han traspasado la barrera de la amistad.
Parece que en estas tres últimas los celos son comprensibles, sin embargo, Adara está enferma cuando se está
demostrando que su dolor se sustenta en una
base demostrable.
No tengo un aparato para medir cuál es el nivel lógico de
celos en una persona, ‘celómetro’
podría llamarse, pero lo que sí tengo es empatía
y puedo comprender la tensión a la que se ha visto sometida Adara dentro de la casa. Por supuesto
que los celos son malos y debes tener una seguridad en tu pareja, pero Adara no ha tenido celos por cada una
de las personas con las que Pol ha
tenido relación sino que los ha tenido por Miguel,
ya que Pol tampoco ha sido claro con
ella y no le ha transmitido la confianza
que quizás ella necesitaba sentir, al contrario, cuando en la privacidad de una
conversación ella se abría y le narraba su dolor, Pol era el primero que la ponía de posesiva e iba donde el grupo a dejarla en evidencia y terminar abrazando a Miguel.
A Adara no
podemos pedirle buenas formas porque
no sólo ha estallado porque sintiese celos por Miguel, de hecho pienso que ha llegado a un punto en el que todo
esto ha pasado a un segundo plano. Adara
se ha sentido juzgada por un grupo
que la ha rechazado, se ha sentido traicionada
por gente en la que tenía confianza como es Bea, ha vivido la tensión
de tener que ver en su cara situaciones francamente incómodas de su pareja con
otra persona, ha tenido que plantearse si realmente ella era la equivocada y se estaba obsesionando con
un tema que no era como creía, ha tenido que soportar como la insultaban y la ponían de enferma, loca, posesiva, celosa… y ha
tenido que aguantar que toda una casa se sintiese en la libertad de opinar e interceder en la intimidad de su relación,
que cuando ella lo hacía con otras parejas se le ha intimidado y acorralado,
por parte de Clara por ejemplo,
además de escuchar reiteradamente cómo Miguel
decía que “chico y chico pueden ser
amigos” cuando lo que realmente estaba haciendo era meterse en medio de una relación con el objetivo de hacer daño,
ganar protagonismo y victimizarse, y no vivir una amistad con Pol. ¿Y encima vamos a pedir formas? Cualquiera
hubiese reventado ante esta situación. De hecho, gritó y lloró, tuvo una crisis de nervios, pero tacharla de agresiva no tiene ni pies ni cabeza, y
mucho menos compararla con Clara. En
ningún momento he visto a Adara
situarse a un palmo de la cara de Miguel, acorralarlo o insultarlo de forma
bajuna para tratar de intimidarlo e imponer su criterio.
Tengo claro que Miguel
no es la víctima, pero intenta hacérsela con una interpretación bastante
exagerada y poco creíble. Ahora bien, pienso que Adara tampoco es la víctima.
Poca lectura del concurso hacen los que ya la sitúan como tal. La diferencia con
Miguel es que no creo que ella
pretenda serlo sino que lucha por lo que
piensa y defiende sus ideas, no juega a dar pena sino a mostrar su verdad, verdad que se le ha
negado en múltiples ocasiones y que le ha producido un sufrimiento pero no
tenemos que considerar que la ha victimizado. Adara no está desamparada, simplemente ha cerrado la boca de todos
sus compañeros y ha demostrado a su pareja lo que en su día tanto le intentó
hacer ver. Le ha arrancado a Pol la
venda de los ojos y ahora empieza una nueva fase en esta relación. Queda mucho Gran Hermano 17 por delante, vivámoslo, no victimicemos a quien no es víctima y
recordemos el pasado con cariño pero sin compararlo con un presente que nada
tiene que ver con lo anterior. Paula y
Sofía fueron grandiosas, nada tuvieron que ver entre sí y en nada se
parecen, ni en personalidad ni en forma de concursar, a lo que estamos viendo
en Adara. Y si algo tienen en común
es que las tres han sido piezas
necesarias de su edición.
Ole tu!!!! este año estoy viendo muchos blogs que se dedican mas a cuestionar a la realización y a la cadena que a hablar del concurso, que admiten con descaro que ni siquiera ven. Da gusto leer uno en el que comenta se nota que sabe d elo que habla y lo está viendo y viviendo. Repito OLE Y OLE
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ResponderEliminar(repito, no se que he tocado que he mandao al traste mi extensa y meditada respuesta jajaja)
ResponderEliminargran entrada, un saludo