¡Al fin he empezado a entender el significado de las promos que lanzaban este verano!
Veíamos intrusos invadir la casa de Gran Hermano para romper lo que
conocíamos como GH e imponer sus normas. Sí, lo teníamos en
las narices pero no queríamos verlo, teniendo al frente al presentador que dirige esta intrusión. El espíritu de Sálvame es lo que se está comiendo la esencia de Gran Hermano día tras día.
Ha okupado el formato y lo está destruyendo por segundos. Y me parece tristísimo.
Yo no veo Gran Hermano para ver a gente famosa encerrada en una casa, para eso ya hay otros espacios
dedicados a ello. Desde que conocí la noticia de que entraban Kiko Rivera, Carlos Lozano y Alyson Eckmann
a GH me pareció un auténtico error.
Y lo sigo manteniendo tras ver cómo se han ido desarrollando sus días dentro
del concurso. 16 concursantes había aún dentro del programa… y yo me pregunto,
¿no es suficiente gente con la que jugar que necesitan meter un refuerzo?
Parece que sí, porque han decidido mantener unos días más a Aly y Carlos en Guadalix. Y esto, lo único que aporta es una convivencia artificial y dirigida por personas ajenas al concurso
que están acaparando un foco que no les pertenece en este juego.
Pero vamos un paso más allá, y es que resulta que Kiko Rivera sí salía anoche del concurso
bajo la promoción de que tendría que
enfrentarse a todo lo que se había dicho de él y su viaje a Punta Cana en los días que ha estado
aislado. ¡Y esto me pareció el colmo!
Ya no es que se camufle Sálvame
entre las paredes de GH sino que su presencia es evidente. Se pusieron vídeos
de este programa y el aliciente de
la noche fue la vida privada de un
personaje de la prensa del corazón que ninguna vinculación tiene con el
mundo Gran Hermano. Como espectador fiel de GH sentí que los responsables que tomasen este tipo
de decisiones me estaban faltando el
respeto o tomando el pelo. O las dos cosas. ¡Gracias a Dios Kiko Rivera decidió abandonar el
programa y no se dilató el tema durante toda la noche! Qué pena que tengamos
que agradecer esto, cuando no se le debería de haber dedicado ni media centésima de segundo.