Este año no me había detenido a
hablar en profundidad sobre mi percepción de El Debate, ya
que están repitiendo la mecánica del año pasado con tres
gradas situadas en plató, pero después de estar a punto de
apagar la televisión antes de que el programa terminase, veo
necesario explicar qué me causa rechazo de la emisión.
Ya contaba, antes de comenzar la
edición, en mis peticiones para GH 16 que quería ver un
Debate menos numeroso y más formado, pero esto no está
siendo así. Vamos por partes:
Creo que es excesiva la cantidad de
personas que se sientan en las gradas de El Debate.
Evidentemente, todas quieren opinar, interactuar con el expulsado y,
sobre todo, debatir, algo imposible.
Que en un programa que se llama 'El
Debate' sea imposible debatir es algo absurdo, y es lo
primero que se debería remendar. El programa es una constante
lluvia de ideas, donde cada cual lanza su opinión al libre
albedrío sin turno de réplica, como debiera ser en un debate. Como
espectador es agotador ver cómo se chillan unos a los otros,
cómo mientras una persona trata de dar su opinión es interrumpido
treinta veces por el resto de compañeros, cómo se tiene que estar
pidiendo continuamente respeto para el que habla, cómo ni el
propio expulsado tiene un margen razonable de tiempo para
explicarse porque cuando ha hilado dos frases seguidas lo están
cortando... No es normal, me satura y me dan ganas de apagar la
televisión. Pero la culpa no es de los colaboradores, es del
formato, que trata de acoger tanta gente para hacer un debate sin
debate. Puedes ser más preciso en Twitter, con 140
caracteres, que en 20 segundos con un micrófono en la mano en el
programa. De hecho, me gustaría añadir que me siento mucho más
cómodo viendo “Límite 48 horas”, donde el número de
contertulios es menor, el expulsado puede explicarse con más
tranquilidad, y los familiares pueden realizar intervenciones (algo
altamente necesario), que viendo la jauría incomprensible que se
genera cada domingo en El Debate.
Respecto a que necesito un “Debate”
más formado, me refiero a la propia formación de los
colaboradores sobre Gran Hermano. Para hablar sobre el
programa es evidente que no se necesita ningún máster, pero creo
que no es ninguna locura pedirles a los contertulios que vean el
programa, que conozcan cuáles han sido los últimos
acontecimientos y que hagan un análisis con cierta profundidad, pues
algunos no se acercan ni a la superficie. Qué mínimo que después
de un mes de concurso, al menos, conozcan los nombres de los
participantes, a qué se dedican y con qué compañeros tienen más
afinidad... digo yo... no sé... llamadme loco, pero qué mínimo
que sepan de lo que están hablando.
Con esto no quiero decir que no haya
colaboradores que lo hacen bien, algunos creo que se ganan a pulso su
silla, pero la lástima es que hay una mayoría que enturbia el
desarrollo del programa y el buen análisis. Hay veces que parece
que se premia a quien en su intervención sea más grosero y mayor
desprecio haga a los concursantes, quién le lance al expulsado
la pregunta más ácida (que no más inteligente, ni
interesante), a quién más grite, a quién más demagogia
utilice en una defensa y a quién en más evidencia quede con sus
palabras de no tener ni idea de Gran Hermano.
Y la grada de la calle... parece
que la han sacado literalmente de la calle, que han abierto las
puertas de Telecinco y los once primeros que han entrado han
cogido sitio. Salvaría a dos o tres, como mucho, pero la mayoría no
entiendo qué hacen ahí, peleándose por coger el micrófono
para que cuando hablan tengamos que pensar que mejor no hubiesen
intervenido.
A veces, en general, son tan básicos
que se limitan a decir “es que es un mueble” o “da
mucho juego”... y la cosa es que estos colaboradores la semana
siguiente vuelven a tener su silla en El Debate, y no lo digo
por la falta de contenido de su exposición, que también, sino
porque limitan la definición de dar juego a tener una relación de
pareja dentro de la casa y ser un mueble a no tenerla. No ven más
allá.
Para acabar quiero decir que Quique
estuvo fantástico, dentro de lo que pudo explicarse. Se mantuvo
sereno y coherente. Asumió con mucho agrado y humor las
críticas, fue consigo mismo autocrítico, y se defendió muy
bien de algunos ataques gratuitos y con poca base.
El contenido más destacado de la noche
fue ver cómo Han se restregaba con Aritz y cómo Sofía
hacía lo propio con Suso. Para mí esto no es Gran
Hermano, me gusta el juego y las estrategias, y todo se ha
esfumado con la expulsión de Quique. Quien quiera decir que
era un mueble que lo diga, pero no es verdad.
Por cierto, alguien podría decirle a
Raquel que no sea tan evidente. Está deseando que Suso
vuelva a enrollarse con Sofía para quitárselo de encima, ya
que ahora se tiene que vender como la enamorada, sin embargo, si se
lían podrá venderse como la víctima y ser la primera candidata a
ser repescada, repesca de la que sí está enamorada. Si en mi mano
estuviese quien volvería a la casa sería Quique, con la
lección aprendida y a jugar a Gran Hermano de verdad.
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