19 oct 2015

Me urgen cambios en El Debate de Gran Hermano 16

Este año no me había detenido a hablar en profundidad sobre mi percepción de El Debate, ya que están repitiendo la mecánica del año pasado con tres gradas situadas en plató, pero después de estar a punto de apagar la televisión antes de que el programa terminase, veo necesario explicar qué me causa rechazo de la emisión.

Ya contaba, antes de comenzar la edición, en mis peticiones para GH 16 que quería ver un Debate menos numeroso y más formado, pero esto no está siendo así. Vamos por partes:

Creo que es excesiva la cantidad de personas que se sientan en las gradas de El Debate. Evidentemente, todas quieren opinar, interactuar con el expulsado y, sobre todo, debatir, algo imposible.

Que en un programa que se llama 'El Debate' sea imposible debatir es algo absurdo, y es lo primero que se debería remendar. El programa es una constante lluvia de ideas, donde cada cual lanza su opinión al libre albedrío sin turno de réplica, como debiera ser en un debate. Como espectador es agotador ver cómo se chillan unos a los otros, cómo mientras una persona trata de dar su opinión es interrumpido treinta veces por el resto de compañeros, cómo se tiene que estar pidiendo continuamente respeto para el que habla, cómo ni el propio expulsado tiene un margen razonable de tiempo para explicarse porque cuando ha hilado dos frases seguidas lo están cortando... No es normal, me satura y me dan ganas de apagar la televisión. Pero la culpa no es de los colaboradores, es del formato, que trata de acoger tanta gente para hacer un debate sin debate. Puedes ser más preciso en Twitter, con 140 caracteres, que en 20 segundos con un micrófono en la mano en el programa. De hecho, me gustaría añadir que me siento mucho más cómodo viendo “Límite 48 horas”, donde el número de contertulios es menor, el expulsado puede explicarse con más tranquilidad, y los familiares pueden realizar intervenciones (algo altamente necesario), que viendo la jauría incomprensible que se genera cada domingo en El Debate.

Respecto a que necesito un “Debate” más formado, me refiero a la propia formación de los colaboradores sobre Gran Hermano. Para hablar sobre el programa es evidente que no se necesita ningún máster, pero creo que no es ninguna locura pedirles a los contertulios que vean el programa, que conozcan cuáles han sido los últimos acontecimientos y que hagan un análisis con cierta profundidad, pues algunos no se acercan ni a la superficie. Qué mínimo que después de un mes de concurso, al menos, conozcan los nombres de los participantes, a qué se dedican y con qué compañeros tienen más afinidad... digo yo... no sé... llamadme loco, pero qué mínimo que sepan de lo que están hablando.

Con esto no quiero decir que no haya colaboradores que lo hacen bien, algunos creo que se ganan a pulso su silla, pero la lástima es que hay una mayoría que enturbia el desarrollo del programa y el buen análisis. Hay veces que parece que se premia a quien en su intervención sea más grosero y mayor desprecio haga a los concursantes, quién le lance al expulsado la pregunta más ácida (que no más inteligente, ni interesante), a quién más grite, a quién más demagogia utilice en una defensa y a quién en más evidencia quede con sus palabras de no tener ni idea de Gran Hermano.

Y la grada de la calle... parece que la han sacado literalmente de la calle, que han abierto las puertas de Telecinco y los once primeros que han entrado han cogido sitio. Salvaría a dos o tres, como mucho, pero la mayoría no entiendo qué hacen ahí, peleándose por coger el micrófono para que cuando hablan tengamos que pensar que mejor no hubiesen intervenido.

A veces, en general, son tan básicos que se limitan a decir “es que es un mueble” o “da mucho juego”... y la cosa es que estos colaboradores la semana siguiente vuelven a tener su silla en El Debate, y no lo digo por la falta de contenido de su exposición, que también, sino porque limitan la definición de dar juego a tener una relación de pareja dentro de la casa y ser un mueble a no tenerla. No ven más allá.

Para acabar quiero decir que Quique estuvo fantástico, dentro de lo que pudo explicarse. Se mantuvo sereno y coherente. Asumió con mucho agrado y humor las críticas, fue consigo mismo autocrítico, y se defendió muy bien de algunos ataques gratuitos y con poca base.

El contenido más destacado de la noche fue ver cómo Han se restregaba con Aritz y cómo Sofía hacía lo propio con Suso. Para mí esto no es Gran Hermano, me gusta el juego y las estrategias, y todo se ha esfumado con la expulsión de Quique. Quien quiera decir que era un mueble que lo diga, pero no es verdad.

Por cierto, alguien podría decirle a Raquel que no sea tan evidente. Está deseando que Suso vuelva a enrollarse con Sofía para quitárselo de encima, ya que ahora se tiene que vender como la enamorada, sin embargo, si se lían podrá venderse como la víctima y ser la primera candidata a ser repescada, repesca de la que sí está enamorada. Si en mi mano estuviese quien volvería a la casa sería Quique, con la lección aprendida y a jugar a Gran Hermano de verdad.

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