Kiko Matamoros,
Aguasantas Vilches y Víctor Sandoval, ex concursantes de GH VIP, llegaron a la casa de Gran Hermano 16 (sí, sigo viendo esa
casa como la de mis queridos
concursantes anónimos, y a los VIPS
como okupas) para encender la mecha
de una edición apagada y sin sustancia, para traernos la nostalgia de ediciones
con las que realmente podíamos disfrutar y para aportar en pocas horas más que todos los concursantes hayan aportado en
un mes de concurso.
Ayer muchos aplaudíamos el poder disfrutar de una gala, cuando no debería ser así. En general todas
las galas deberían tener su importante grado de interés, hay algunas que inevitablemente
lo tienen menos, pero en general hay galas entretenidas y galas que te dejan
sin habla… sin embargo, en este GH VIP
costaba arrancar, no conseguían que el espectador se mantuviese pegado a la
pantalla de televisión sin parpadear. El estar
imantado a la pantalla es algo que conmigo sólo lo consigue Gran Hermano, pero con esta edición me
apenaba descubrir que ese mismo imán se
había girado, para repelerme.

También he decir que la forma en la que se hicieron las cosas
no fue del todo auténtica. Pudimos
disfrutar de una gala, ver reacciones, tener momentos de risa y tensión, pero
no sentimos Gran Hermano. Desde
luego es contario a la esencia del formato la entrada de los famosos como
huéspedes del balneario, que además tienen
relación con algunos de los concursantes: padre, ex nuera o compañero de
trabajo. Y esto trae la consecuente emanación de información del exterior que provoca su presencia, llevando a Raquel Bollo a plantearse abandonar el
concurso… y para impedirlo entró su hijo
por teléfono… En fin, las reglas
de este programa están más que pisoteadas.
En los próximos días veremos más entradas.
Seguramente esto nos ofrezca una semana fantástica, con momentos irrepetibles y morbo asegurado.
Como nuevo formato de televisión está muy bien, pero no es Gran Hermano. También tengo que decir que esto es como darle
al pescador unos peces, en vez de la
caña. A corto plazo sacia su hambre
pero en unos días necesitará volver a pescar pero, entonces, no tendrá los
recursos para hacerlo. ¿Qué sucederá cuando termine la semana y se cierre el
balneario? Pues que se quedarán los muebles.
Fue muy grande Víctor Sandoval
cuando entró en la casa e hizo alusión al “mobiliario”.
Hiló muy fino, teniendo la complicidad de la audiencia, para hacer visible que
el grupo de concursantes de este año es de urgente sustitución al decir: “Cuando
yo estaba no había tantos muebles. No me gustan los muebles”.

Ahora quiero comentar la expulsión de Javier Tudela. Para mí fue una decisión sorprendente e inesperada,
apostaba por que su salida no se produciría, y menos aún en la gala de ayer que
implicaba la entrada de Kiko Matamoros,
pero pensándolo fríamente tampoco me extraña. Es un paso más que sitúa más
cerca del maletín a Laura, como llevo
diciendo varias semanas y en lo que también me gustaría equivocarme.
Sinceramente, me alegro de la expulsión de Javier aunque me hubiese gustado ver
salir de la casa antes a Laura. Me
alegro porque espero que su expulsión signifique el fin del “GH Makamoros” y podamos empezar a ver “GH VIP”.

La sombra de la repesca
es alargada y ya se está rumoreando mucho que se va a producir pronto, lo cual
me preocupa porque sólo debe hacerse cuando el público la pide a gritos y se
vea necesaria para la evolución del concurso. Yo este año lo que pido es que el reality siga su curso, termine, curen el
formato de los puyazos que se le han dado y vuelva con fuerza y con la magia
que nos hace reconocerlo, en unos meses.

Lamentablemente, Laura
es la protagonista de la edición
porque la convivencia es muy pobre, y no lo es por ser buena concursante sino
por vender su privacidad y la de otros. Parte de la gala de ayer tuvo que
depender de una de las concursantes que más desaparecida lleva toda la edición,
Raquel Bollo, gracias a la presencia
de una grande de GH VIP 3, Aguasantas,
a quien seguramente tratará de ignorar para no entrar en el juego que presenta
el programa, de hecho, quiso abandonarlo. No hay más que decir.
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