La buena convivencia en Gran
Hermano ya ha estallado por los aires. El buen rollo de los primeros días
se ha diluido tras la dinámica de grupo propuesta en El Debate a los concursantes y ayer no dábamos abasto con tanta bronca. Muchos de vosotros me habéis
preguntado si, tras todo lo sucedido ayer, ha cambiado mi impresión sobre el casting. La respuesta es no.
Yo no había dudado sobre que el grupo de concursantes fuese a chocar y, a lo
largo de la edición, fuésemos a vivir discusiones de un calibre fuerte. De
hecho, no creo que hayan hecho un casting de muebles como algunas personas se han apresurado a catalogarlos. Es
normal que la convivencia los primeros
días esté más apagada, lo que no es normal es lo que sucedió el año pasado
con Maite Galdeano, toda una joya
por otro lado, pero normal no es. Lo que yo he tratado de defender desde el
primer día es que, salvo excepciones, muchos de los concursantes, cuando vi su
vídeo de presentación y cuando los vi entrar en la casa, me dio la impresión de
que eran actores. Inmediatamente
después, cuando comencé a ver la casa en directo, descarté esta opción pero me
mantengo en que los veo actuando para
generar vídeos y crear una imagen fuera. De hecho, entre los propios
concursantes han hecho este tipo de comentarios sobre que hay participantes que
parecen estar haciendo un papel y tienen un
control excesivo de las cámaras.
Todos los años, es cierto, que escuchamos esta afirmación
con mayor o menor fuerza, pero creo que esta es una de las ediciones donde,
bajo mi punto de vista, podemos afirmarla con más evidencia. En primer lugar,
porque insisto en que entre ellos veo a concursantes que me recuerdan a personajes televisivos ya creados. Son
imitaciones malas. Me gustaría ver más personas,
más naturalidad y menos personajes, funciones y decorados. Y en segundo
lugar, porque la reacción inmediata de casi todos ellos es pensar en cómo será el montaje de vídeos y la imagen que están proyectando. Que
hasta cierto punto yo puedo entender un nivel de curiosidad o preocupación por
la imagen que dan, pero este año es obsesión y me da la impresión de que todo lo
que está sucediendo está supeditado por las ansias de destacar sobre el resto,
más que por las situaciones que pueda generar la propia convivencia. Exageran y mucho.
Algo que leí mucho en el día de ayer es que por fin empezaba
“Gran Hermano”, porque habían estallado
las broncas, pero yo no lo veo así. Está llegando a un punto en el que eso que
tanto señalamos como “dar juego” se
limita a ser el concursante que más
decibelios sea capaz de emplear en una discusión con sus gritos, y eso no es Gran Hermano. El darse gritos
unos a otros lo vemos cada tarde en “Sálvame”.
No lo critico pues muchas veces lo veo, pero no podemos compararlo. Es un show televisivo muy entretenido, sí, al
igual que lo es “Mujeres y Hombres y
Viceversa” donde lo que menos se busca es el amor. A eso me refiero. “Gran Hermano” es mucho más que ese show
televisivo simple. El casting de este año puede ser muy interesante para
generar una edición repleta de conflictos
entretenidos que nos tengan pegados a la pantalla para ver quién se dedica
el improperio más grande, pero por eso hablo de su actitud como impostada. Por ello, muchos, hemos
pedido tanto más naturalidad, sentirnos
identificamos, estrategias de concurso y convivencia real, sin embargo, nos
encontramos con personajes con ansias de
protagonismo con sus miras puestas en tener un recorrido televisivo que
vaya más lejos de “Gran Hermano”,
siendo éste sólo el lugar que les otorgará la fama.
Voy a poner el caso de Alain,
para muchos es un mueble pero yo me quedo con él antes que con muchos otros
participantes. Me parece un concursante súper
interesante por descubrir y felicito al equipo por su selección, como
también lo hago por Pablo y Noelia. Alain es un concursante que se está involucrando
poco en el revuelo que se ha creado en la casa pero en las conversaciones del tú a tú gana muchos enteros, demuestra su
capacidad de escuchar, analizar y aconsejar, algo que quizás también se lo aporte
la madurez de ser uno de los mayores. Luego tenemos a Noelia que no es una concursante tan evidente como aparenta, con
unos valores súper definidos y que
nos puede hacer reír con su
espontaneidad. Y finalmente, Pablo,
puede ser un chico que parezca mucho más frío pero que el espectador ya ha
podido descubrir que tiene una sensibilidad
especial y una inteligencia
asombrosa para desenmascarar a estos personajes. Y por supuesto que pienso que Pablo está jugando, y me encanta, pero está jugando a Gran Hermano, a
diferencia del juego que nos intentan presentar sus compañeros. Ellos tres son
lo más cercano a lo que yo entiendo como “Gran
Hermano”, el resto son personajes más irreales.
Y en este manto de
irrealidad, paso a comentar la primera función
de este Gran Hermano 17, con sus
grandes actores protagónicos: Miguel y
Adara.
La función empezaba la noche anterior con unas teloneras que también protagonizaron
ayer un entreacto. De ellas tengo poco que decir, ya que el nivel de su
discusión es de un sentido cuestionable,
tía. Ellas me teletransportan al plató de MYHYV,
tía. Hablo de Laura, Meritxell y Clara,
tía. Y es que la verdad es muy fuerte lo que les ha pasado, tía. Porque ellas
en tres días ya se tenían cariño,
tía. ¿Pero cómo ha tenido, o osea, el valor de decirle Clara a Meritxell que es
una niña y le faltan experiencias que vivir, tía? Es que es muy fuerte, tía.
Encima que siempre están juntas, tía, pero sin son amigas… y ella está siempre
con Miguel, tía. O sea, es muy
fuerte, tía. Tía. Y me estoy callando, tía. ¿Vale? Pues eso, tía.
Bueno, pues después de este tema sin mucha sustancia llegó Candelas, a la hora de comer, a
preguntar por un comentario que había hecho Adara en el que se sintió atacada porque dijo que si ella tuviese novio fuera no tendría la
misma actitud con los chicos ni los abrazaría. Cuando la discusión saltó, Paulenia, quiero decir, Bea comentó que si se sentía aludida
sería por algo… Evidentemente, quizás sea porque es la única chica con pareja de toda la casa. Puedo estar de acuerdo
en que Candelas pudo ser un poco
incisiva al preguntarle a Adara que
si se quería acostar con todos los chicos que abrazaba (más bien utilizó otra
palabra que empieza por efe) pero creo que Adara
exageró la situación hasta unos límites desproporcionados. Candelas le hizo la pregunta con la intención de que Adara le negase que por abrazar a un
chico implicase que quería acostarse con él, para ella poder dejar claro que
ella igual, que el abrazar a un chico no implica que tenga otras intenciones ni
sea una falta de respeto para su novio, sin embargo, Adara encontró la baza para hacerse
la mártir y marcarse un discurso demagógico del todo meditado.
Adara supo medir
muy bien los tiempo, primero se mostró dolida y abandonó la cocina para
estudiar la situación, sin entrar de lleno en la discusión. Y una vez que tuvo
claro lo que quería decir, volvió a la cocina hecha una furia advirtiendo a Candelas que no le volviese a hacer ese
tipo de comentarios. Una vez hecha esta advertencia, Candelas le contestó que perfecto, lo cual la desconcertó y
continuó echando leña al fuego para provocarla y poder seguir explotando su
posición de víctima, acusándola de maleducada, cuando yo todavía no entiendo
dónde está la falta de respeto en la pregunta de Candelas que venía precedido de un comentario suyo. Adara terminó dando golpes en la mesa y reivindicando su libertad de abrazar y acostarse con
quien le diese la gana, cuando nadie le
había cuestionado por ello, para después irse llorar a solas, o a hacer como la que lloraba, ya que tuvo la
picardía de situarse de espaldas a la
cámara y sin separar sus manos de la cara. No me la creo.
El segundo acto lo protagonizaron Miguel y Bárbara. Miguel
es un chico con unas ansias de protagonismo
que no caben en la casa de Guadalix de
la Sierra. En todos los fregados tiene que estar metido y de todo tiene que
estar enterado. Se siente con el derecho de preguntar y con el derecho de no
responder a las preguntas que le hagan a él. Juzga a los demás y da lecciones de vida defendiendo unos valores que
no se aplica a sí mismo. Y es cristalino como el agua que es el
participante con más necesidad de encontrar un sitio en televisión, pues no
parar de postular para obtener su lugar como contertulio.
La discusión vino dada por una broma reiterada de Miguel a Bárbara, que no ha logrado ir
al baño desde que entró en la casa, en la que le preguntó que cómo le iba a llamar a su hijo. Y ella
le contestó que le iba a poner su nombre,
Miguel. Si Miguel se encuentra en el
derecho de hacer bromas tiene que estar dispuesto a que le respondan con la
misma moneda, pero no, él se sitúa por encima del bien y del mal y ni siquiera
se plantea la opción de pedir disculpas ante una ofensa porque él era el que se
tenía que sentir ofendido por haber sido comparado con un truño pero, igualmente
a la inversa, Bárbara sentía que
eran sus hijos los comparados.
Yo sí sentí en Bárbara
una reacción sincera de impotencia
porque Miguel es muy dado a burlarse
del resto cuando lo primero que podría hacer es hacerlo de su reflejo pero, de
esta discusión, lo que más hay que destacar es la posición de Pablo. Él intervino en la defensa de Bárbara soltando grandes verdades. Miguel, al sentirse atacado con gran razón, le dijo que él no tenía
que meterse y que no entendía qué hacía por allí pululando, a lo que el gofrero sentenció: “Porque
esta es MI CASA, este es MI SOFÁ, este es MI SITIO, y estoy aquí si quiero”. Fantástico.
Es así. La discusión se dio en la cena, delante de todos, por lo que cualquiera
puede intervenir. Además, que todo lo que suceda en esa casa les involucra a
todos porque todos están concursando.
Podría entender cierta privacidad si estuviesen hablando en una habitación a solas, pero no fue así.
Después Pablo
decía: “Está claro que Miguel hace preguntas para hacer vídeos. Está de
pretendiente para El Debate”. Y es que no lo puede tener más calado, el
miedo que me da es que sus compañeros comiencen a alabarlo y se venga demasiado
arriba. De momento me gusta este Pablo
sigiloso, estratega y directo, con conversaciones y análisis interesantes y
no con teatros artificiales o charlas neandertales.
Por cierto, cuando anoche abandoné la sala os dejé
encargados de apagar la luz cuando se
bajase el telón porque el monólogo
de Miguel por cada rincón de la casa lleva a cualquiera al hartazgo. Y
ahora a esperar a la siguiente función.
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