Las horas para votar por la primera expulsión oficial de Gran Hermano 17 comienzan a agotarse y
ayer, en Límite 48 horas, los
porcentajes habían vivido el ya famoso sorpasso.
Hay dos nominados muy ajustados y otros dos que se distancian mucho del riesgo
de salir de la casa, y todo apunta a que los que se la están jugando son Miguel y Pablo. Ayer también fue el
momento de hacer los contraalegatos,
así que aquí os traigo el mío con las razones por las que Miguel debe sumarse al club
de los primeros expulsados de Gran Hermano, este año mejor dicho que nunca
eso del Club, o Contraclub en este
caso.
Pocas ediciones recuerdo un duelo tan marcado, mano a mano,
entre dos concursantes que están
enfrentados en la primera expulsión. También se encuentran en la palestra Candelas y Meritxell, que aunque damos
por hecho que no están en riesgo pero su salvación
lanzaría un mensaje necesario de apoyo
dentro la casa.
Los grupos cada vez están más marcados y hay una mayoría frente a una minoría muy definida.
Sólo había que ver ayer los posicionamientos, donde Candelas y Pablo se llevaron la peor parte y Miguel sólo tuvo a su espalda a Bárbara y Alain. Ha llegado a un punto en el que me da la impresión
de que ya no tienen ningún interés por
entenderse, sólo quieren destruirse y ver cuanto antes a esa minoría fuera
de la casa. Y lo más seguro es que si eso llegase a suceder empezarían a
comerse entre ellos porque, a pesar de ser una mayoría, no tienen la unión y la lealtad que podemos observar entre el grupo minoritario.
El reality está empezando y no podemos darles el gusto de
vencer y ver reforzados a concursantes que se sienten por encima del bien y del
mal, con la libertad de tomar decisiones sobre la convivencia sin consultarlas
con el grupo y de juzgar a los demás. Hablo de Álvaro, de Clara, de Fernando y, por supuesto, de Miguel. Despuntan como líderes de un
rebaño que acata sus órdenes sin rechistar, de los que sólo se les descarrían
esa minoría que salta ante las injusticias
y que dentro están siendo crucificados por tratar de aportar al grupo su opinión
y por defender su derecho a tener voz en
la convivencia.
Centrándonos en Miguel,
es un concursante sumamente artificial que
nos está tomando a la audiencia por tonta al vendernos un personaje y la historia de su peluquín.
No han pasado ni dos semanas de reality y todos sus compañeros conocen o sospechan
de “su secreto”, el cual debemos
creer que en años de convivencia con su compañera de piso nunca ha sido
descubierto ni revelado. En diez días,
en una casa llena de cámaras y en el
momento más crucial de su nominación
nos hizo tragar el cuento de que sentía la imperiosa necesidad de contar a Clara quién realmente era, sin embargo,
a lo largo de su vida nunca ha necesitado abrirse con nadie en su más
estricta intimidad… y se supone que después de todo eso tenemos que llegar nosotros
a creérnoslo. Pues no. Su sufrimiento no debe ser tal si ayer se vio capaz de
atacar a Bárbara con su físico, al mandarla a usar una
mascarilla para la cara. Comentario bajuno donde los haya que no sería propio
de una persona que sufre por un complejo
físico. Además, ya basta de sentimentalismos y de usar una semicalvicie para producir pena en el
espectador. No niego que para él sea un complejo pero tengo la seguridad de que
en la casa hay más concursantes con complejos, el mismo Pablo tendrá los suyos, pero no los está utilizando por encima de
las cuestiones del concurso para comprar
a los espectadores.
La salida de Miguel
provocaría nuevos posicionamientos, veríamos cómo actúa Clara sin él y supondría un desequilibrio al grupo en favor de “Los Inadaptados” que se verían
reforzados tras vencer la primera batalla. La lucha avanzaría y seguirían
cayendo caretas. Además, nos guste o no, Pablo
es un concursante altamente necesario dentro de la convivencia. Se pringa sin
miedos, investiga, vive cada instante y juega a Gran Hermano. Con su salida perderíamos a un gran concursante y a la nota
discordante de esa casa, al incomprendido, al machacado y al que machaca,
porque a pesar de los ataques él no se calla y responde con la misma moneda,
aunque la suya suele ser más reluciente
y cargada de verdades.
En este momento, la salida de Miguel es la más ventajosa para observar una evolución en el concurso. Además, no podemos olvidar que Miguel saldría de la convivencia pero
no de Gran Hermano pues se
trasladaría a vivir a una casa paralela con Maite Galdeano, Mª José Galera y una tercera primera expulsada de la historia
del reality. Más adelante decidiremos si le damos la opción a regresar
repescado como concursante de pleno derecho o lo enviamos definitivamente a la
calle.
Me despierta mucho más interés ver a Miguel con las ex concursantes que a Pablo. Hay que tener que cuenta que las consejeras entran a la casa conociendo “su secreto” y lo podrán decir abiertamente porque Miguel sabe cómo es su video de
presentación. De lo que no podrán hablar es del impacto que eso ha causado
fuera o de lo que ellas han visto dentro sobre lo que hablan los concursantes,
pero sería absurdo jugar a no saber que
es calvo porque lo sabemos todos los espectadores. Así que ya no podríamos
servirle mayores facilidades para que muestre al auténtico Miguel y poder indagar con más profundidad en qué hay
en él de realidad o de personaje.
Sin embargo, igual de imprescindible que me parece Pablo dentro de la convivencia, su
presencia en el Contraclub me parece
innecesaria. No tengo ningún aliciente
para desear ver a Pablo viviendo con
las ex concursantes. Lo más
interesante del gofrero es verlo enfrentarse a sus rivales de concurso y desde el Contraclub no podría hacerlo porque
sus habitantes sólo serán una compañía que, probablemente, les hará la estancia bastante inestable para que
luchen y demuestren sus méritos para volver. Pero Pablo ha hecho méritos más que sobrados, directamente, para quedarse.
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