Gran Hermano 17
está siendo una edición en la que no falta contenido,
aunque ese contenido, de momento, se esté monopolizando en una carpeta artificial y en discusiones de alto voltaje faltas de
reflexión. Hay una guerra abierta
que se está cobrando a sus primeras víctimas por una cuestión de mayoría y no por una lucha limpia, lo
que va a provocar que se queden dentro de la casa los concursantes más insignificantes y veamos fuera a los que
tendríamos mucho por exprimir de ellos. Es por eso que digo que este año los buenos concursantes se encuentran en
peligro de extinción y habría que hacer algo por frenarlo.

La mecánica de este año está siendo bastante caótica. A mí como espectador me está
transmitiendo una sensación constante de improvisación,
de no tener atadas las normas ni cuál será el siguiente paso que den, y eso no
es positivo. Puedo poner varios ejemplos, desde que se den varias versiones o
interpretaciones sobre cuáles son las
reglas del Club hasta que se monte un Contraclub
con una mecánica que afecta de forma directa a la edición, para su cancelación
en dos horas. Y el problema es que el público está conociendo las noticias a destiempo y está votando sin
tener todas las cartas sobre la mesa. De hecho, yo sigo sin tener del todo
claro si la próxima expulsión será definitiva porque aunque el Contaclub haya muerto tampoco se ha
puntualizado cuál será la mecánica a
seguir a partir de ahora y en qué términos se va a realizar la repesca, si
es que se realiza.
Pablo ha sido
víctima de todo esto. Curiosamente ayer se le refería en El Debate que los porcentajes de votación dieron un sorpasso del domingo al martes,
aludiendo al episodio de los calcetines como motivo del vuelco en la decisión.
Yo me permito ponerlo en duda, ya que la gente que apoyaba a Pablo entendió la situación y no fue
algo tan grave como para que cambiasen de parecer en su línea de votación. Sin
embargo, lo que sí sucedió el domingo, que se desconocía el día que se abrieron
las líneas, fue que se comunicó la existencia del Contraclub y la entrada de Maite
Galdeano, por lo que mucha gente sí vio como un filón el enviar a Pablo allí por el morbo de ver
cuál sería su reacción en la convivencia con “La Elegida de Dios”, para después repescarlo. Protegiendo así el
juego que estaba dando Miguel, quien
por cierto ha perdido mucho protagonismo desde la salida del gofrero, y
teniendo a Pablo a buen seguro en el
Contraclub para devolverlo a la casa
cuando esa historia terminase.

Pasando a Bárbara,
creo que hay más gente deseando su vuelta a la casa, sin haber salido aún, que
deseando su expulsión. La campaña por redes de esta semana es súper curiosa
porque se basa en un rezo constante para
que la caja que tiene Bárbara en su poder sea la que otorgue la vida extra.
Ayer hice una encuesta en mi Twitter para conocer el interés real que existía con respecto a la
salida de Bárbara y, en
este momento, más de un 50% de los votos
prefieren la permanencia de las tres nominadas y sólo un 24% va dirigido en contra de Bárbara.
Por lo tanto, es más que evidente que, aunque el proceder del concurso es la
irremediable salida de una de las expuestas y todas las papeletas las tenga Bárbara, no es más que el resultado de una mecánica bombardeante para la minoría y
para el deseo real del público.


Confío en que la
organización tome buena nota de todo lo que se está debatiendo en redes y
nos presenten una mecánica mucho más estructurada,
justa para todos, reparando los errores cometidos, visible para el espectador y
en la que el público tenga algún medio para no verse obligado a sacrificar a los mejores concursantes de la edición
porque, si continuamos así, la especie se extinguirá de forma definitiva.
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